Come cebolletas de primavera, mánchate con ceniza los dedos y ponte un babero para no ensuciarte. No suena como el plan más apetitoso del mundo, pero una vez que hayas probado tu primera calçot, entenderás por qué los catalanes se enamoran de este producto.
Su dulzura, su suavidad acuosa, su sabor ahumado y el toque final de almendras, tomate asado y salsa de pimienta justifica las manchas, mientras el ritual de levantarlas con la mano, ponerlas en tu boca y tragarlas con los ojos abiertos garantiza la diversión.
La reunión de Calçotadas y otras comidas grilladas con amigos o familia son un clásico del invierno en Catalonia y nosotros no pudimos resistirnos a probarla.
Fuimos al famoso restaurante La Caseta del Migdia, arriba en en Montjuic, a disfrutar un día de sol, calçots, naturaleza y música en vivo. ¡Qué plan fantástico!
